Uno de los pecados capitales
de los guayaquileños es ser imprudentes; si vestimos una camisa amarilla nos
tildan de barcelonistas; si azul, de emelecistas; si verde, de pertenecer a
Alianza País… estos colores se han convertido en discriminatorios, hasta
podemos ser golpeados por usarlos inocentemente. Cuando alguien está delgado,
por enfermedad o dieta, aseguran que es por el sida; si engorda por culpa del
tiroidismo o colon irritable, se horrorizan. Si los de la tercera edad deciden
oscurecerse el cabello y bigotes, preguntan burlonamente: ¿A qué se debe el
milagro? Cuando usamos sombreros de paja toquilla para cubrirnos de las
quemaduras del sol, nos dicen que parecemos turistas.
A quien por méritos consigue un trabajo bien remunerado lo califican de “palanqueado”; si tiene una novia o esposa bonita, de “suertudo”; cuando contamos que vamos a emprender un negocio, se convierten en aves de mal agüero; a los que lucen bien vestidos y portan alhajas, les lanzan la imputación:
“Está robando”; quienes recurren a cirugías plásticas faciales “quedan estirados” o “parecen momias”. Como se ve, ciertas personas caen como insensatos en excesos; es necesaria la virtud de la prudencia para armonizar libertad y responsabilidad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario