Nuestros tradicionales músicos populares llamados lagarteros
se ubicaron en una época en las calles de Quito y Ballén, esquina del parque
Victoria. Concurrían ahí los grandes músicos de la época como Nicasio Safadi,
Carlos Rubira Infante, Francisco Paredes Herrera.
Cuentan que en aquel lugar se solía acumularse agua por las
lluvias y en algún momento aparecieron unos lagartos, de ahí que los músicos
fueron llamados lagarteros. Otros dicen, en cambio, que se los llamaba así
porque caían como lagartos para disputarse a los clientes; muchos opinaban que
estaban como lagartos varados en las esquinas.
La base lagartera se trasladó después a Lorenzo de Garaioca
y Colón, donde Julio Jaramillo ofrecía sus servicios de cantante popular acompañado
de los tríos que ahí concurrían. EN Guayaquil perdura, a pesar de los años
transcurridos, la vieja tradición de cantar ante una ventana. Los dúos y tríos
son buscados por jóvenes o viejos porque saben que las canciones son los
detalles que no fallan para conquistar o reconquistar a la mujer amada. Las
temporadas buenas para estos músicos son el día de la madre, el día del padre,
el día de los enamorados. Las serenatas vinieron con los españoles, que
heredaron la guitarra de los árabes.
La manifestación del cancionero popular: pasillos, valses,
boleros, baladas, tangos ayudaron la difusión de las serenatas.
A los lagarteros se los encuentra actualmente en las calles
Esmeraldas y Gómez Rendón, donde es famoso el trio del Zurdo Andrade; también el
Lorenzo de Garaicoa y Colón y en Lorenzo de Garaicoa y Vélez, donde se destaca
el viejo baladista Marco Antonio.
Debemos conservar como tradición nuestra música popular. No hay
por qué contratar mariachis, por ejemplo, para un rodeo montuvio.
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