La pandemia no deja de
horrorizarnos, y al resto del mundo también, por los cadáveres que no se
recogían en las calles, robos a los muertos en los hospitales, sobreprecios en los
ataúdes, escandalosos sobreprecios de medicinas en las redes, muertos apilados
sin identificación como racimos en los hospitales, muertos desaparecidos,
ciudadanos que no le temen al COVID-19 en los barrios suburbanos y atacan a los
policías con cuchillos, palos y piedras porque en toque de queda no los dejan
jugar indor fútbol, jugar naipes, realizar bailes en los callejones con
bebetorias… y en medio de este cuadro de dolor, que nos ubica como
irresponsables y folclóricos, empiezan a aparecer los muertos vivos; solo esto
nos faltaba.
A una anciana la dieron por
muerta en un hospital de Guayaquil; sus familiares la lloraron, le hicieron la
novena… pero después de unos días aparecieron los caraduras del hospital
diciendo que “se equivocaron de muerto”, pues la anciana estaba viva y quería retornar
lo más pronto posible a su hogar.
Sospechamos que por la punta se
saca el ovillo, porque podría haber más muertos vivos, aunque sean pocos; a
algunos muertos les cambiaron de nombre, es decir que enterramos y visitaremos
a muertos que no nos pertenecen… ¡Qué lío! Hay bastante material para que
cuentistas de hechos macabros redacten sus obras al estilo de Edgar Allan Poe.
De nuestra parte solo atinamos a
decir con Rimbaud: “Cambiad la vida”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario