viernes, 24 de abril de 2020

María Bonita



Acuérdate de Acapulco
De aquella noche
María Bonita, María del alma
Acuérdate que en la playa
Con tus manitas las estrellitas
Las enjuagabas
Tu cuerpo, del mar juguete nave al garete
Venían las olas lo columpiaban
Y mientras yo te miraba
Lo digo con sentimiento
Mi pensamiento me traicionaba
Te dije muchas palabras de esas bonitas
Con que se arrullan los corazones
Pidiendo que me quisieras
Que convirtieras en realidades
Mis ilusiones
La luna que nos miraba
Ya hacía ratito
Se hizo un poquito desentendida
Y cuando la vi escondida
Me arrodillé para besarte
Y así entregarte toda mi vida
Amores habrás tenido muchos amores
María Bonita, María del alma
Pero ninguno tan bueno ni tan honrado
Como el que hiciste que en mí brotara
Lo traigo lleno de flores
Como una ofrenda
Para dejarla bajo tus plantas
Recíbelo emocionada
Y júrame que no mientes
Porque te sientes idolatrada

María Félix, la María Bonita del cine mexicano, en verdad era bonita: alta, delgada, con una cinturita que envidiaba muchas mujeres, de ojos negros, grandes y saltones. Los hombres que la rodeaban querían estar con ella, pero ella los escogía. Quizás por su carácter fuerte fue tildada de lesbiana. Cuando un cronista le preguntó si era lesbiana, le contestó: “Si todos los hombres fueran como tú, seguramente sería lesbiana”. Un amante de ella, un piloto colombiano de aviación, confesó que en la intimidad era muy tierna y cariñosa.

El éxito le sonrió desde joven por su natural belleza; se convirtió en actriz sin haber estudiado arte dramático, alcanzó su máxima popularidad en la década de los años 40, llegó a ser la mejor pagada del cine mexicano; también filmó en España, Italia, Francia y Argentina.

Molesta, pues era una mujer muy molesta, cansada de tantos dimes y diretes, decidió publicar el libro autobiográfico “Todas mis guerras”, contado al historiador mexicano Enrique Krauze, obra que cayó como fuego sobre pólvora.

Su primer amor fue su hermano Pablo: “El hombre que más quise en mi adolescencia fue mi hermano Pablo (…). En una de sus licencias vino a verme con su uniforme de cadete. Estaba tan guapo que me temblaron las piernas”.

Confesó que tuvo hombres a montones que la trataron fabulosamente, pero a veces tuvo que lastimarlos para impedir que la sojuzgaran. “He quemado las cartas de Agustín Lara, he roto la guitarra que me regaló Pedro Infante… Hago fogatas con mis recuerdos para vivir sin esos fantasmas”.

Amor, loco amor. “Conocí el amor loco, la pasión sin freno, pero me duraron poco porque a esa tensión, a esos voltios, a esa temperatura de 40 grados no se puede vivir mucho tiempo”.

Toda una maestra en el arte de amar. “No he sufrido el tormento de los celos porque nunca me enamoro de un hombre al extremo de sufrir por él”.

El éxito lo consideraba inferior a la celebridad, porque el éxito lo puede tener mucha gente. “La celebridad te coloca y te apoya toda la vida”.

Esta celebridad que se destacó en la película Doña Bárbara, basada en la novela del escritor Rómulo Gallegos, tuvo entre sus montones de hombres a Agustín Lara, que la inmortalizó con la canción María Bonita; al charro cantor Jorge Negrete al torero Luis Miguel Dominguín, al cineasta Luis Buñuel… por su natural belleza le echaron flores.

La Doña, como le decían, no le temía a la vejez ni a las arrugas, sino a la falta de interés por la vida; siempre evadió referirse con precisión a su edad. “Me divierte la obsesión de ustedes los reporteros por mi edad”.

María de los Ángeles Félix Güereña nació el 8 de abril de 1914 en Álamo, Sonora, México; murió el 8 de abril de 2002 a los 88 años de edad, de una enfermedad cardiovascular.


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