Esta frase se convirtió en
historia desde que la pronunció el expresidente de la República, José Luis
Tamayo (1920-1924), para rechazar una pensión vitalicia que por ley le concedió
el Congreso.
Hecho curioso en la historia del
Ecuador, pues ahora el pueblo ha cuestionado que expresidentes y
exvicepresidentes reciban pensiones vitalicias y ha pedido a la Asamblea que
las revoquen; el presidente Lenin Moreno Garcés se adelantó a cualquier resolución
que se tomare y renunció a su pensión vitalicia de exvicepresidente y esos
valores se integraron al Presupuesto General del Estado.
Los demás aludidos han callado y
la Asamblea no ha resuelto nada al respecto; mientras en México el presidente
Andrés Manuel López Obrador consiguió que los expresidentes y exvicepresidentes
no cobraran sus pensiones, lo cual constituye un ejemplo.
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