Pocos delincuentes lograron tanta
fama internacional, carisma, admiración como Caryl Chessman, “El bandido de la
linterna roja”, motejado así porque en la oscuridad nocturna alumbraba a sus víctimas;
procesado y condenado a la pena de muerte por robo, violación y perversión
sexual.
La sentencia contra Chessman fue
repudiada en todo el mundo porque sus admiradores lo consideraban inocente.
¿Qué secreto poseyó este hombre para ser tan querido y defendido? Durante doce años
permaneció en la prisión de San Quintín (California). Su sentencia fue aplazada
y renovada en ocho veces consecutivas. En este tiempo escribió tres libros y
una novela y dejó un testamento para la posteridad. En una larguísima carta que
dirigió al gobernador de California, ofreció con gusto su vida, si de esta
manera contribuía a que se anulara en el futuro la pena de muerte en ese
Estado. También manifestó: “Se me pide una confesión y no la tengo. En mi vida
he cometido muchos delitos, pero ninguno de los que se me acusa y por los
cuales vais a quitarme la vida”. “La justicia se habrá vengado: ¿Qué beneficio
obtendrá el mundo?”.
Fue ajusticiado el 2 de mayo de
1960 en la cámara de gas de la prisión de San Quintín. Para los jueces rigió
más el cerebro que el corazón. En el Ecuador se formaron grupos de
intelectuales para protestar contra la sentencia. El dramaturgo Hugo Vernel
(José Guerra Castillo) cumplió su promesa de dejar de crear obras, si
ajusticiaban a Chessman. Muchos ciudadanos bautizaron a sus hijos con el nombre
de Caryl. Una película estadounidense contó su vida.
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