En este mes de María vale recordar que el Libertador Simón Bolívar era
devoto de la virgen.
El 9 de julio de 1828, la Convención de Ocaña terminó sus actividades
por falta de quórum, el panorama de la República de Colombia era sombrío; los
santanderistas y sus acólitos de última hora no permitieron la presencia de
Bolívar para que presentara su obra y defendiera sus proyectos; “fue una feria
de pasiones donde los hombres se reunieron con objeto de vender sus caprichos”,
escribió el general Daniel Florencio O´Leary.
Desilusionado, Bolívar, viajó desde Bucaramanga, donde se hospedaba,
hacia Bogotá por el largo camino de Chiquinquirá; lo invadía la tristeza de
saber que tambaleaba la Gran Colombia; no hablaba con sus compañeros ni
sonreía.
Cuando llegó a Chiquinquirá entró en el templo para visitar el milagroso
cuadro de la virgen, de rodillas, lloró; pero al salir estaba cambiado,
sonriente y comunicativo, pues en ella confió y a ella entregó sus
preocupaciones. Quienes visiten la basílica comprobarán que ahí existe una
lápida que recuerda este hecho histórico.
El tratadista, sacerdote Eliécer Salesman, asegura que Bolívar era un
decidido católico, pues en su testamento manifestó creer en la Santísima
Trinidad, amar a Jesucristo y morir como católico. Bolívar se confesó y comulgó
antes de morir.
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