El conde Víctor Lusting,
austriaco que prestaba servicios en el Ministerio de Trabajo francés, y Daniel
Collins, un ladrón estadounidense, se asociaron para vender la famosa Torre
Eiffel, símbolo de París, en 1925. Conversaron con cinco grandes hombres de
negocio. Les dijeron que la Torre estaba en peligro y debía ser derribada para
venderla como chatarra.
Pidieron secreto para que el
pueblo no protestará al no creerles. Fue aceptada la oferta del negociante de
la chatarra André Poisson. Se cerró el negocio, se acordaron los compromisos
bancarios y se pagó el dinero para los sobornos. Como apreciamos, en todos los
países ha habido funcionarios gubernamentales corruptos en diferentes épocas.
Lusting y Collins abandonaron
Francia con el botín; pero Poisson, muy avergonzado por el engaño nunca
presentó denuncia a la justicia. A lo mejor, nuestro avispado Cuentero de
Muisne, Sigifredo Dante Reyes Moreno, se inspiró en este hecho delictivo para vender
años más tarde el Reloj Público de Guayaquil, pues él leía mucho.
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