Los personajes excéntricos, es
decir raros y extravagantes han llamado la atención en América como el general
Antonio López de Santa Ana, dictador mexicano que hizo enterrar la pierna
derecha, con una gran fiesta, en los jardines de su finca, pues la había
perdido en la Guerra de los pasteles contra los franceses en 1841; victorioso
se convirtió en héroe.
La pierna fue desenterrada y
llevada a la capital mexicana para el nuevo entierro, con toda solemnidad, en
la Catedral. ¡Viva la pierna de Santa Ana!, gritaron sus seguidores. Pero en
1844, una revuelta lo sacó del palacio de Gobierno. El populacho desenterró la
pierna de la Catedral y la arrastró por las calles gritando: ¡Abajo la pierna
de Santa Ana! Él huyó a las montañas y luego se refugió en Cuba.
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