Cuando en 1945, terminada la segunda guerra mundial, le
otorgaron el premio Nobel de Literatura a la poeta chilena Gabriela Mistral sus
primeras palabras fueron: “Mis agradecimientos a Adelaida Velasco Galdós, de
Guayaquil, quien fue la primera en presentar mi candidatura al premio
Nobel”.
En los doce años de vida que gozó después del Nobel, siempre
manifestó su reconocimiento para la ecuatoriana. “Toda la hazaña es vuestra”,
repetía constantemente, encumbrándola como “Adelaida de la Andes ecuatorianos”.
Gracias a Adelaida amó profundamente al Ecuador, que conoció en 1938,
acompañada por esta anfitriona. “Ayer me acordé de Playas –escribió en 1947-
tengo un poema sobre una ceiba muerta que vi camino a la costa (…) linda patria
Ecuador. Si yo volviese a la América Latina, me iría allá a Playas o a
Caracas”.
Recordemos que la titánica labor de Adelaida empezó en 1939
formando grupos en diferentes países con la denominación de “Amigos de
Gabriela”. Había que traducir su obra al francés y al inglés.
Decía el maestro de filosofía, Manuel de J. Real, que la
gratitud es una admirable virtud, propia de las almas superiores; para las que
no son resulta peso intolerable, lo que explica que en lugar de afecto se
corresponda a veces con dureza los favores recibidos.
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