jueves, 31 de octubre de 2019

Las locuras del cuerdo futbolista Balseca


Nuestros grandes futbolistas de antaño comenzaron jugando pelota chica en sus barrios, José Vicente Balseca Bahamonde o sencillamente el Loco Balseca derrochaba energía, velocidad, filigranas, taquitos, amagues en el barrio guayaquileño de Noguchi y Ayacucho, el de las cinco esquinas; la gente llenaba las aceras para presenciar el espectáculo de los sábados y domingos que daba este malabarista de la redonda.


El Loco Balseca


Fue Rey Mago con otros cuatro monarcas del Emelec: Jorge Bolaños, Carlos Raffo, Enrique Raymondi y el Pibe Ortega, delanteros que dejaron mal paradas a muchas defensas de equipos nacionales o extranjeros; con picardía, velocidad, entendimiento convirtieron goles en la época en que el fútbol poseía la alegría de la locura. No ha presentado Emelec desde entonces Emelec una constelación igual; irrepetibles resultaron los Cinco Reyes Magos.

En los clásicos del astillero que se jugaron en el antiguo estadio Capwell sobresalían los duelos del puntero derecho Balseca con su marcador barcelonista, el capitán Luciano Macías. El emelecista inventaba cualquier locura para tratar de pasarlo: amagues a la derecha, amagues a la izquierda, movimientos circulares con el pie derecho sobre el balón, escapadas veloces para centrar preciso a la cabeza del infalible definidor Carlos Raffo; unas veces lo paraba Macás, el público deliraba.




¡Qué tiempos aquellos!, como dice el tango, cuánto fútbol de velocidad, picardía, goles de todos los estilos… que los comentaristas de ahora (de lengua larga e investigación corta) critican de lento, en fin, cada uno es uno y tiene se babosadas, la ignorancia es atrevida.
Balseca, Bolaños, Raffo, Raymondi y Ortega


Al evocar al Loco Balseca, en su escapada final a la otra vida, nos vienen a la memoria veloces punteros derechos del tiempo viejo: el Mocho Rodríguez (Barcelona), el Platillo volador Áurea (Patria), el Camberra Pedro Gando (Everest), el Venado Arteaga (Norte América), también hubo veloces punteros izquierdos: Guido Andrade (Barcelona), Raúl Pío De La Torre (Norte América), Osorio (Valdez).

domingo, 20 de octubre de 2019

No le dieron gato por liebre, sino tortuga por chivo

Arístides era un muchacho que surgió de abajo, después de ser obrero obtuvo un título de profesional en la universidad, sin embargo, no olvidó sus raíces, seguía siendo amigo del betunero, del barrendero, del vendedor de frutas. Sostenía que uno de los placeres de la vida era consumir sabrosa comida criolla: caldo de gallina, secos de gallina, chivo y chancho, encocado de pescado, caldo de bagre, caldo de pata, caldo de bolas en los mercados de Guayaquil.

Su entrañable amigo, Antonio, le pidió cierta vez que lo llevara a comer un delicioso plato a cualesquiera de los mercados, pues bien, así sucedió. Luego de comer sabrosamente criollo, Antonio, preguntaba si lo que había ingerido era chivo. Ante tanta insistencia, Arístides, le confesó que le brindado un incomparable seco de tortuga. Confesión que terminó con la amistad… después del gusto le vino el disgusto.
Seco de chivo, plato típico ecuatoriano

Antonio no se había enterado de que en el mercado municipal, de las calles guayaquileñas de 10 de Agosto y Lizardo García, en el año 1970, vendían vasos de la sangre calientita de tortuga para según las creencias no contagiarse de tuberculosis… y el delicioso seco de tortuga, que ahora lo venden en Samborondón.

viernes, 18 de octubre de 2019

El primer karateka de Guayaquil fue un gay confeso


La escena se desarrolló en un salón de bebidas alcohólicas de un peligroso barrio de Guayaquil, situado en las calles Colón y Machala. Un gay confeso, motejado como El Tuerto Alfonso, bailaba con un vaso lleno de cerveza en la frente al ritmo de la rockola, la guaracha EL Corneta, que cantaba el Jefe Daniel Santos.


Tragos van y tragos vienen, un corpulento estibador de bananos, cabreado, insultó al Tuerto Alfonso, y lo desafió a fajarse a puñete; el gay lo enfrentó varonilmente y en la primera entrada lo soñó con golpes de su pie derecho en la cara del desafiante. Sus amigos le echaron agua en la cara para que despertara. ¿Qué pasó?, ¿qué pasó?... repetía.
El estibador incrédulo no aceptaba lo que le habían dicho: El Tuerto Alfonso, alto y delgado, era muy hábil con los pies, manos y cabeza para pelear. Sin querer, por instinto, se convirtió en pionero de las artes marciales. 
En la época de los años sesentas se consideraba equivocadamente que los gais eran seres débiles y fácil para golpearlos; pero hubo excepciones, como Alfonso y otros: el gay fisicoculturista afroecuatoriano, Hugo, en el barrio de Lorenzo de Garaycoa y Manabí soñaba de un puñete a cualquier malcriado que intentara burlarse de él; reconocían que eran gais; pero muy valientes para enfrentar a cualquier bravucón.

lunes, 14 de octubre de 2019

La pordiosera que dejó dinero

Todos la conocían solamente como Herminia en un vecindario humilde de Guayaquil. Vivía sola en un cuartito y hablaba poco, a veces, no pasaba del saludo. Salía a las ocho de la mañana y regresaba a las ocho de la noche. Se encerraba. Nadie sabía quién era esta señora de más de sesenta años ni adonde laboraba.

Suponían que era una empleada doméstica porque traía un poco de comida y de vez en cuando ropa usada y unos tarros de lata vacíos. 
Cierto día, Herminia, no salió a las ocho de la mañana ni al segundo día tampoco. Al tercero, los olores nauseabundos alarmaron al vecindario, que llamó a la Policía. Los gendarmes derribaron la puerta…. y encontraron el cuerpecillo descompuesto, rodeado de unos veinte tarros de lata (que usaban los comerciantes para envasar manteca vegetal o de cerdo) llenos de monedas, constituían el tesoro que acumuló la solitaria pordiosera en tantos años. 

De anónima pasó a famosa porque los diarios destacaron la noticia, pero no se presentaron familiares a reclamar el dinero ni el cadáver.  


Gracias por haber leído este cuento, muy pronto te escribiré más.

#dinero

Saco negro



Lo llamaban “Saco negro” por su color. Lo vi jugar fútbol en el viejo estadio Capwell, el de las calles adyacentes polvorosas y las gradas de la general de madera, cuando asistía con mi papá y mis hermanos los domingos; tenía el futbolista un potente disparo de zurda, capaz de quebrarle los dedos al guardameta con el balón.
De izquierda a derecha, parados: Zambrano, Pineda, Moscol, Gómez, Cruz Ávila y Ordeñana. Sentandos: Balseca, Bolaños, Raffo, Flores y DE LA TORRE




En el tiempo viejo guayaquileño había tres partidos los domingos por las tardes, los dos primeros eran de equipos de segunda división y el último, de la primera división. 

Clemente De La Torre
“Saco negro” era puntero izquierdo del equipo de segunda división, Chacarita Juniors, marcó goles al andar y de tiro libre porque era infalible. Goool, gritaban los aficionados antes de que este delantero chuteara. Pasó como profesional al Emelec, equipo con el que marcó muchos goles, también olímpicos, es decir de esquina; pero su carrera y su fama duraron poco porque no controló el trago, su alcoholismo avanzó y no jugó más en Emelec. Se dedicó a vender cigarrillos en los salones de bebidas que había en los barrios guayaquileños; muchos le compraban y le recodaban lo brillante que había sido como futbolista; él sonreía y hablaba poco. 



Cierto día amaneció muerto en una banca del parque La Victoria, ubicada en las calles Quito entre Ballén y 10 de Agosto, barrio de prostitutas, chulos, rateros, drogadictos, homosexuales. 

“Saco Negro” era… Clemente De La Torre, uno de los grandes punteros izquierdos del fútbol porteño. 




Gracias por haber leído este cuento, muy pronto te escribiré más.

#Emelec #ElBalletAzul #Futbol

Amor macabro



Gilberto y Carmen se enamoraron e ilusionaron, como muchas parejas de ahora no tardaron en unir sus vidas con el consabido “para siempre”. Al principio todo fue miel, pero desgraciadamente llegó la hiel: escaseó el dinero por culpa de un trabajo mal pagado que recibía el joven, solo había para lo necesario; su esposa era tan celosa que no le gustaba que ni saludara a sus vecinas; a los amigos de Gilberto no les permitía entrar en el hogar; estaba pendiente de toda llamada telefónica para mal interpretarlas y hacer problema. 



La vida para Gilberto junto a su dama se volvió insoportable. No encontraba la manera de terminar esta relación. Ella quería seguir casada, ser la señora de… ni muerta se divorciaría. Cierto día, este joven, decidió terminar con la vida de los dos, pero no con disparos ni armas corto punzantes ni envenenamientos, sino por medio de una relación sexual con una prostituta, contagiada de sida. El la usó para este objetivo. Contagió a Carmen. Fueron muriendo lentamente en casa de sus respectivos familiares. Carmen no lo perdonó, Gilberto no se arrepintió.
Gracias por haber leído este cuento, muy pronto te escribiré más.

#Amor #DateCuenta #AmorMacabro #Sida

“El chivo expiatorio”

  Decenas de veces he oído la expresión “El chivo expiatorio”, pero confieso que no me había percatado de cuál es su origen; pues bien, la...