Con su locuacidad y poder de convencimiento engañó
a quien le puso el ojo, gracias a lo cual llevó una vida de auténtico magnate.
Cuando apenas contaba con 21 años de edad tuvo la audacia de hacerse pasar por
el ingeniero Chimbolo Macoto para que funcionarios de la Dirección del Banano
lo contrataran con un buen sueldo.
Se hospedó en los mejores hoteles, vistió
elegantemente y acostumbraba a comer en los restaurantes más caros. En cierta
ocasión, vendió el reloj público del Malecón, con escrituras falsas, a un
ingenuo extranjero.
Impostor incorregible. Las mujeres no se escaparon
de su labia. Impresionó a una médica ecuatoriana con quien contrajo
pomposas nupcias, pero ella -triste y desplumada- le planteó el divorcio una
vez que se enteró de la verdadera identidad del Cuentero de Muisne.
-“Yo no tengo la culpa de que me hayan creído”,
manifestaba con burla.
El esmeraldeño Sigifredo Dante Reyes Moreno
apareció en la escena delictiva en los comienzos de la década del 70.
Se fugaba de cualquier cárcel. En 1990 estuvo en la
de Esmeraldas. De ahí pasó en 1992 a la cárcel Tomás Larrea de Portoviejo
porque tenía cuentas pendientes con la justicia de esa ciudad. Se evadió con 29
reclusos en una acción de corte cinematográfico, tras cavar pacientemente un
túnel de 15 metros. Muchos presidiarios lo respetaban mucho y lo apreciaban por
ser buen compañero.
-“Ha llagado la hora de retirarme de la vida
delictiva, una editorial me comprará mis memorias para publicarlas”, anunció en
los medios de comunicación, pero volvió a delinquir y fue a parar al penal
García Moreno de Quito. Fue su último encierro porque enfermó gravemente.
-“Esta vez no me salvo”, predijo. Efectivamente, a
la única que no pudo engañar fue a la muerte.
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