Manuela Sáenz y Bolívar |
Córdova
había escrito a Bolívar quejándose de la conducta de Manuela por un episodio
desagradable: colocaron de espaldas contra una de las paredes de la Quinta del
Libertador en Bogotá un muñeco de trapo con un letrero que decía: “Francisco de
Paula Santander, muere por traidor”.
Un fraile
se acercó a la figura y fingió prestarle los auxilios sacramentales que se
acostumbraba dar a los que iban a ser ajusticiados. Luego, un pelotón del
batallón Granaderos disparó sus rifles en medio de las risas de invitados. El
sargento de apellido Quevedo se opuso a la broma, pero fue arrestado, ¡Locuras
de Manuela!
Pocos conocen que el Libertador
procuraba separarse del que los historiadores llaman el gran amor y pasión del
caraqueño. Leamos esta confesión: “En cuanto a la Amable loca, ¿qué
quiere que yo le diga a usted? Usted la conoce de tiempo atrás. Yo he procurado separarme de ella, pero no se
puede nada contra una resistencia como la suya; sin embargo, luego de que pase
este suceso, pienso hacer el más determinado esfuerzo por hacerla marchar a su
país o adonde quiera. Mas diré que no se ha metido nunca sino en rogar, mas no
ha sido oída sino en el asunto del C. Alvarado. Cuya historia no me da
confianza en su fidelidad”. (Carta dirigida al general José María Córdova. Bogotá, julio de 1828).
A pesar de
que Bolívar le decía a Córdova, al último de la carta, que la rompiera porque
no quería que quedara existente “este miserable documento de miseria y
tontería”, no sucedió así, pues, quedó para la posteridad.
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