Velasco Ibarra |
Después del descalabro de 1941, cuando nos impusieron en 1942 el írrito
protocolo de Río de Janeiro a favor del Perú, el pueblo detestaba al presidente
Carlos Arroyo del Río y veía en José María Velasco Ibarra al Profeta salvador
de la Patria. “Con Velasco churrasco, con Arroyo ni bollo”, repetía
incesantemente el ingenio popular. Aquella ocasión la gastronomía estableció la
preferencia que debía sacarnos de la crisis.
Carlos Arroyo del Río |
El cura y el comunista se hermanaron para botar a Arroyo. Después del 28
de mayo de 1944, hubo churrasco, hubo Velasco en el poder. Pero la alegría en
la casa del pueblo duró poco. Velasco, que había manifestado que tenía el
corazón a la izquierda, se declaró dictador arguyendo “la insuficiencia de las
leyes”.
Desconoció la Constitución de 1945, redactada por una asamblea
eminentemente progresista, integrada por personajes como Enrique Gil Gilbert,
Francisco Arízaga Luque, Leopoldo Benites Vinueza, Franklin Pérez Castro,
Carlos Cueva Tamariz. Vapuleó a todos, incluso a los religiosos, de quienes
dijo: “Los curas no son más que unos ciudadanos que visten de manera
estrafalaria”.
La transformación política, conocida como “la gloriosa”, fue traicionada
por el “Loco”, apelativo con el que también el pueblo identificó al político
populista de verbo inflamado, dedo índice en alto, “domador de multitudes y rey
del balcón”.
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