Cuando se hundió El Titanic
(1912) bajaron los botes para que se salvaran las mujeres y los niños. Algunos no
estaban llenos porque muchas damas no querían separarse de sus esposos, como
por ejemplo la señora Ida Strauss, quien dijo valientemente a su marido Isidor
Straus: “Dónde tú vayas, allá iré yo”… murieron juntos por amor. Juntos en la
vida y en la muerte.
De las 2206 pasajero que llevaba
EL Titanic, 1403 perecieron, en su mayoría tripulantes y turistas varones. ¿Qué
se habría podido hacer para evitar hundimiento? Casi nada porque la
consideraron una obra perfecta.
No advirtieron en la media noche los icebergs
que tenían delante, fue demasiado tarde para cambiar de rumbo. Un enorme iceberg
más grande que el barco chocó el costado estribor, siguió hasta la popa y
desapareció en la obscuridad. Por la brecha penetró abundante agua; desde
entonces se exige a los barcos los suficiente botes salvavidas, que no los tuvo
El Titanic, una gran falla.
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