viernes, 13 de marzo de 2020

El sentido común del cardiólogo Eduardo Manrique Trujillo



Sus colegas, sus hermanos médicos, demás miembros de la familia no toleraban que el cardiólogo Eduardo Manrique Trujillo, guayaquileño, se presentara en televisión para hablar del amor, el odio, la envidia, el rencor, el perdón, el sexo. Pretendían humillarlo. Decían que era como una ramera arrepentida porque después de haber sido alcohólico, recomendaba la sobriedad; de infiel confeso, aconsejaba la fidelidad…

Reconocía ser católico, pero aseguraba que los curas lo odiaban porque detestaba la rigidez de la norma y el fanatismo y creía que Dios es demasiado grande para caber en una religión. Leía dos horas diariamente la Biblia, especialmente Sabiduría y Eclesiastés. Todo lo dejaba a Papi Dios, como él solía decir en sus programas televisivos guayaquileños.

Escribía libros motivadores, practicaba kárate, judo, boxeo, fue seis veces campeón ecuatoriano de natación… Seguramente por el alejamiento del alcohol, aprendía tantas actividades. Así se mantenía sobrio y ocupado.

Lo cierto es que este cardiólogo multifacético, querido por unos y envidiado por sus colegas, caló hondo en el sentimiento popular. Muchas personas, a quienes no conocía, se les acercaban para felicitarlo y agradecerle porque algunos de sus programas les habían ayudado en un determinado momento.

Xavier Alvarado Roca, fundador de Ecuavisa, le dijo entonces al cardiólogo que todo era cuestión de sentido común. Y el sentido común lo llevó, también, a escribir artículos en las revistas Hogar y La Verdad.  Pero el sentido común del doctor Manrique ha sido y es el menos común de los sentidos para los sufridores de lengua larga e inteligencia corta.


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