Jorge Luis Borges |
Decía el escritor argentino Jorge
Luis Borges que la gente se imagina al ciego encerrado en un mundo negro; pero
el mundo del ciego no es la noche que la gente supone. Él no permitió que
la ceguera lo acobardara: entregaba a su editor treinta poemas por año, para
publicar un libro. Treinta poemas
significaban una disciplina porque él tenía que dictar cada línea.
James Joice, el irlandés autor de
Ulises, manifestaba: “De todas las cosas que me han sucedido creo que la menos
importante es la de haberme quedado ciego”. Ha dejado parte de su vasta
obra realizada en la sombra. Pulía las frases en la memoria. Trabajaba, a
veces, una sola frase durante el día.
Pablo Hanníbal Vela |
Nuestro poeta coronado, Pablo
Hanníbal Vela, también quedó ciego. Pero siguió escribiendo para El Universo la
columna Panorama de la Cultura. Confesó: “Gracias al dolor he vuelto a la
patria del verso”. Entonces aparecieron sus libros: El arca sonora, El árbol
que canta, Ante las ruinas de Ambato, Agua dorada y Lo que no dijo Esopo.
El político liberal, periodista,
jurista y poeta ambateño Juan Benigno Vela Hervas quedó privado de la vista y
el oído. Sordo y ciego, siguió luchando con frenesí por la familia y los
compatriotas.
Para Borges la poesía era ante
todo la música, ante todo lira, y lo visual podía existir o no existir en un
poeta. Creía que la ceguera debe verse como un modo de vida, uno de los
estilos vida de los hombres, un instrumento más entre los muchos, tan extraños,
que el destino nos depara. “Si el ciego piensa así, está salvado. La
ceguera es un don”, decía.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario