Alejandro Magno quería más a su maestro Aristóteles que a su padre Filipo porque influyó en su formación de adolescente cuando le inculcó su filosofía política: “Grecia conquistará el mundo; pero para ello será necesario un rey gobernando como un Dios y por nadie gobernado, ni siquiera por la ley”.
El huérfano Simón Bolívar consideraba a su maestro Simón Rodríguez como a un padre, porque el carácter firme y original de este pedagogo influyó mucho en la formación del futuro Libertador. Juró en el monte Aventino delante de su maestro por el Dios de sus padres, por la patria (…) que no daría descanso a su brazo ni reposo a su alma hasta romper las cadenas opresoras del poder español.
Nuestro maestro, literato, editorialista del diario EL
UNIVERSO, el primer ecuatoriano que presidió la Asamblea General de las
Naciones Unidas, Leopoldo Benites Vinueza, apreciaba en grado sumo a su maestra
de escuela, que practicaba un concepto de la educación, la señorita Martínez
Mera; también, a sus maestros vicentinos que influyeron en él: doctor Pedro
José Huerta, profesor de Historia, a quien consideraba un erudito, de espíritu
socrático, que usaba la ironía; al sabio de valor universal, Francisco Campos
Rivadeneyra, poeta de la naturaleza, entomólogo, que enseñaba Ciencias
Naturales en el museo que impulsó (hoy abandonado en una bodega de la
Unidad Educativa Fiscal Vicente Rocafuerte); al doctor José Vicente Trujillo,
profesor de Filosofía, despertador de inquietudes, un fermental, enormemente
sugerente.
El boxeador argentino Carlos Monzón fue gloria de este
deporte, pues defendió 14 veces con éxito la corona de los medianos, una
hazaña, se retiró invicto; siendo famoso visitaba a su maestra de escuela,
Margot Sarli, ella fue testigo de la pobreza del niño Carlitos. Llevaba el
chico su caja de lustrabotas a clases para trabajar a la salida, vendió diarios
y leche, repartió gaseosas en un carro tirado por un caballo.
Leo Dan, gloria viviente de la generación nuevaolera del
60, compuso canciones que en su mayoría llevaban nombres de mujeres; a su
maestra le escribió y cantó: “Pero Raquel, Raquel déjame salir…”.
Así se expresó el premio Nobel de Literatura, Gabriel
García Márquez, de su maestro Alfonso López Michelsen: “Lo conocí en la
Universidad Nacional de Bogotá, en 1947, cuando él era el mejor profesor de
Derecho Constitucional (…). Tenía una cultura literaria que ya quisiéramos
muchos escritores, aunque solo fuera para los domingos (…). Por todo eso le
tengo una admiración personal inmensa”.
Deducimos, entonces, que los buenos maestros deben influir
en sus alumnos, aplicar conceptos modernos de la educación, ser eruditos,
despertadores de inquietudes, guías, faros luminosos como los aquí recordamos
en el gran día del maestro.
Siempre existe un referente en la vida al cual le tenemos admiración y respeto. Muy lindo este blog... Saludos desde sant just desvern (Barcelona)
ResponderBorrarGracias, por su elogioso comentario; compártalo y que gusto saber que en Barcelona me están leyendo.
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