A los guayaquileños de antaño nos
criaron tomando exquisitos caldos porque aseguraban nuestros padres que
constituían un gran alimento, en las meriendas no faltaba la sopa de fideo con
queso y en los almuerzos dominicales era fijo el caldo de gallina criolla; un
médico amigo me recomendó tomarlo caliente para combatir la gripe. En el
mercado de Cuenca y la Séptima todavía acuden octogenarios y nonagenarios a
desayunar este caldo donde Clarita, quien cocina doce gallinas en una olla
grande, que según los ancianos los mantienen fuertes y lo toman desde
jóvenes. El caldo de bagre grande también lo preparaban nuestras madres, además
el público lo consumía mucho en los lugares del primer piso del Mercado Central
donde doña Bolivia o doña Aura María; los clientes iban en busca de energía. El
caldo de bocachico ya no lo preparan porque este pescado de río desapareció,
fue tan apetecido que el guarachero Alfredo Barrantes le dedicó una canción; pero
ahora se consume el encebollado que es un caldo de albacora.
Se mantiene el laborioso caldo de
bola de nuestros abuelos y el caldo de pata de res, pero este no es aconsejado
por los nutricionistas porque contiene mucha grasa, aunque su parte gelatinosa
es medicinal para los huesos. Pues bien, los adultos mayores continuamos con
esta deliciosa tradición de tomar caldos saludables (sin grasa), pero a los
jóvenes no los convencen ni los de vegetales.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario