Mi nombre es César Burgos Flor. Este es un espacio de opinión acerca de política, literatura, historia, educación, deporte, con el objetivo de compartir mis experiencias periodísticas con ustedes, que de hoy en adelante los llamaré mis interamigos.
"La escritura es un mecanismo para desfogar y escribir cosas bellas", Mónica Varea.
Felícita era una emprendedora mujer que poseía un
cuerpo que entusiasmaba, unas curvas amplias y proporciones generosas, que
preparaba deliciosa comida criolla para mantener a su familia; todos querían degustar
los secos de chivo, de gallina, los caldos de pata, de bagre… Unos decían que
iban por admirar el regio cuerpo de la dama, otros porque ella les ponía sazón
a los alimentos; pero las malas lenguas de la mayoría afirmaban que con un
hueso de muerto, que había comprado, removía las comidas para vender mucho.
A doña Mariquita se le murió el marido. Después
de cierto tiempo tuvo que exhumar el cadáver; aprovechó la oportunidad para
tomar un hueso de su muerto para que la protegiera. El pueblo cree en el poder
del hueso de muerto.
La estatua del Libertador Simón Bolívar desnudo
en la Plaza Central de San Gabriel de Carchi despierta el interés turístico. Una
estatua similar existe en la ciudad de Pereira (Colombia). Bolívar desnudo en
Pereira es un monumento de bronce de 9 metros de alto por 9 metros de largo
creado por el maestro Rodrigo Arenas Betancourt y el ingeniero Guillermo González
Zuleta, que se encuentra en la Plaza de Bolívar. Fue inaugurado en agosto de
1963 por el centenario de la ciudad. Aunque al comienzo fue objeto de polémica,
ahora es un símbolo de la ciudad colombiana, capital del departamento de
Risaralda.
Estatua de Bolívar desnudo en Pereira
Hay que darle más importancia a la estatua de
Bolívar desnudo en San Miguel, pues en verdad pocos la conocen y no ha sido lo
suficientemente difundida.
Granada, tierra soñada por mí.
Mi cantar, se vuelve gitano
cuando es para ti.
Mi cantar, hecho de fantasía,
mi cantar, flor de melancolía,
que yo te que vengo a dar.
Granada, tierra ensangrentada en tardes de toros,
mujer que conserva el embrujo de los ojos moros.
Te sueño rebelde gitana cubierta de flores.
Y beso tu boca de grana,
jugosa manzana que me habla de amores.
Granada, "manola" cantada en coplas preciosas.
No tengo otra cosa que darte
que un ramo de rosas.
De rosas de suave fragancia
que le dieran marco a la Virgen morena.
Granada, tu tierra está llena
de lindas mujeres, de sangre y de sol.
De rosas de suave fragancia,
que le dieran marco a la Virgen morena.
Granada, tu tierra está llena
de lindas mujeres, de sangre y de sol.
El músico y poeta mexicano le compuso una canción en 1932 a Granada,
una ciudad española que no había visitado. En 1954 fue homenajeado, lloró cuando
le entregaron las llaves de la ciudad. Tenía una gran pasión por España y su
cultura. Captó el estilo de su música.
También le cantó a Sevilla, Madrid, Murcia, Navarra, Toledo,
Valencia; pero de sus composiciones prefería Granada, porque la voz del tenor
estadounidense Mario Lanza le dio fama universal a la canción. El tenor Pedro
Vargas la estrenó en México. La letra de Granada es una poesía de lo que prefería
Agustín: mujeres, sol y sangre vertida en tardes de toros.
Los tres tenores del mundo, Carreras, Pavarotti y Plácido
Domingo interpretaron Granada. Domingo declaró en una de sus presentaciones que
Agustín Lara era un genio porque sin conocer esta ciudad le compuso la canción
que los granadinos la consideran un himno.
Letra de Jorge Araujo y cantada por Julio
Jaramillo
Qué
distintos los dos...
tu vida
empieza
y yo voy ya
por la
mitad del día.
Tú ni
siquiera vives todavía
y yo ya de
vivir
tengo
pereza
sin embargo
cual busca
la tibieza
del sol, la
planta
que su flor
ansía...
Persisto
con afán
tu compañía
para que
des
calor a mi
tristeza...
Persisto
con afán
tu compañía
para que
des
calor a mi
tristeza.
Que cerca
y que
lejano
yo soy el
viejo soñador.
Tú... la
niña apasionada...
Que
cantando en la luz
vas como un
ave
mas al
mirarte cerca
me
figuro...
Que yo soy
un castillo
abandonado
y tú un
rosal...
abierto
junto al muro.
Siempre el
amor ha inspirado la composición musical. Nuestra Carlota Jaramillo conoció a
su esposo, Jorge Araujo Chiriboga en el teatro. Era el galán de la celebrada Compañía
Dramática Nacional; fue un gran flechazo y un verdadero amor.
Ese gran
amor quedó inmortalizado en la letra del pasillo Sendas distintas, que Jorge escribió
para Carlota en Ambato como homenaje a su belleza, talento y juventud. Era la canción
predilecta de Carlota. La grabó en 1942 a dúo con Luis Alberto Valencia para el
sello Odeón y después para Ifesa.
Luego de
muchos años de matrimonio no podía cantarla. “Al pronunciar sus versos se me hace
un nudo en la garganta”, confesó. Julio Jaramillo es un magnífico intérprete
del pasillo Sendas distintas.
Cuando en 1945, terminada la segunda guerra mundial, le
otorgaron el premio Nobel de Literatura a la poeta chilena Gabriela Mistral sus
primeras palabras fueron: “Mis agradecimientos a Adelaida Velasco Galdós, de
Guayaquil, quien fue la primera en presentar mi candidatura al premio
Nobel”.
En los doce años de vida que gozó después del Nobel, siempre
manifestó su reconocimiento para la ecuatoriana. “Toda la hazaña es vuestra”,
repetía constantemente, encumbrándola como “Adelaida de la Andes ecuatorianos”.
Gracias a Adelaida amó profundamente al Ecuador, que conoció en 1938,
acompañada por esta anfitriona. “Ayer me acordé de Playas –escribió en 1947-
tengo un poema sobre una ceiba muerta que vi camino a la costa (…) linda patria
Ecuador. Si yo volviese a la América Latina, me iría allá a Playas o a
Caracas”.
Recordemos que la titánica labor de Adelaida empezó en 1939
formando grupos en diferentes países con la denominación de “Amigos de
Gabriela”. Había que traducir su obra al francés y al inglés.
Decía el maestro de filosofía, Manuel de J. Real, que la
gratitud es una admirable virtud, propia de las almas superiores; para las que
no son resulta peso intolerable, lo que explica que en lugar de afecto se
corresponda a veces con dureza los favores recibidos.
A los guayaquileños nos dicen
monos porque aseguran que todo imitamos, como aquellos animalitos simpáticos,
traviesos y saltarines. En Perú, a todo ecuatoriano lo conocen con el
calificativo de mono. A la calle9 de
Octubre la llamaban irónicamente “la cuerda de los monos” en 1940, porque los
propietarios de autos salían a pasear en las tardes, subiendo y bajando
constantemente por dicha calle.
Después de los grandes bailes,
que en Guayaquil duraban generalmente hasta el amanecer, era costumbre tomar desayuno
en las carretillas de los muelles a la orilla del río Guayas con los montuvios
que viajaban a las haciendas cercanas en los frágiles barcos.
Pues bien, el hambre hacía juntar
a los señoritos, señoritas y a los montuvios. ¡Ahí no importaban las clases
sociales!... Lo bueno era disfrutar de los deliciosos sánduches “aplanchados”
con queso y mantequilla, que se tostaban en dos pequeñas planchas de hierro de
confección artesanal; el chocolate calientito; los secos de chivo; el aguado,
el caldo y el seco de gallina. Lamentablemente el alcalde de Guayaquil, Asaad
Bucaram Elmalhin, al asumir el cargo por primera vez en 1962 terminó con el
tradicional servicio de estas carretillas.
A los guayaquileños de antaño nos
criaron tomando exquisitos caldos porque aseguraban nuestros padres que
constituían un gran alimento, en las meriendas no faltaba la sopa de fideo con
queso y en los almuerzos dominicales era fijo el caldo de gallina criolla; un
médico amigo me recomendó tomarlo caliente para combatir la gripe. En el
mercado de Cuenca y la Séptima todavía acuden octogenarios y nonagenarios a
desayunar este caldo donde Clarita, quien cocina doce gallinas en una olla
grande, que según los ancianos los mantienen fuertes y lo toman desde
jóvenes. El caldo de bagre grande también lo preparaban nuestras madres, además
el público lo consumía mucho en los lugares del primer piso del Mercado Central
donde doña Bolivia o doña Aura María; los clientes iban en busca de energía. El
caldo de bocachico ya no lo preparan porque este pescado de río desapareció,
fue tan apetecido que el guarachero Alfredo Barrantes le dedicó una canción; pero
ahora se consume el encebollado que es un caldo de albacora.
Se mantiene el laborioso caldo de
bola de nuestros abuelos y el caldo de pata de res, pero este no es aconsejado
por los nutricionistas porque contiene mucha grasa, aunque su parte gelatinosa
es medicinal para los huesos. Pues bien, los adultos mayores continuamos con
esta deliciosa tradición de tomar caldos saludables (sin grasa), pero a los
jóvenes no los convencen ni los de vegetales.
Los muchachos de los barrios
guayaquileños de antaño jugábamos fútbol en las ligas de novatos,
participábamos en los torneos de box de los Guantes de oro, organizábamos
campeonatos de indor fútbol, concurríamos a los estrenos cinematográficos, a
los sonados bailes estudiantiles de los colegios fiscales; nos defendíamos de
malcriados o delincuentes a trompón limpio, nada de cuchillos ni revólveres;
las pandillas juveniles, los robos y las escopetas recortadas vinieron después.
En cada barrio había una gallada
que paraba en la esquina, hacía respetar a las muchachas y sus familias, el
territorio era sagrado e inmortal. Existían peleadores en orden del uno al
diez, el número uno era quien sacaba la cara por los demás; era todo un arte
aprender a defenderse; conocí barrios bravos como el de Alcedo y Santa Elena,
Avenida del Ejército y Portete, el parque de La madre, Boyacá y Nueve de
Octubre donde Elmo “Cura” Suárez se hacía respetar.
Hubo homosexuales confesos que
aseguraban que para pelear eran muy machos, como el “Tuerto” Alfonso, alto y
delgado, de Colón y Pío Montúfar, que cacheteaba con los pies y soñaba a los
que se burlaban de él; fue el primer karateca de Guayaquil, que se adelantó a
su tiempo.
Las muchachas no formaron
galladas, como ahora las pandilleras juveniles, porque eran más tranquilas; los
padres no las dejaban fácilmente salir de las casas; los enamorados las
saludaban desde las esquinas o se acercaban a las ventanas para conversar;
concurrían a los bailes estudiantiles acompañados de los hermanos; las menores
de 18 años eran muy respetadas por sus enamorados, pues si tenían relaciones
sexuales con ellas eran obligados a casarse o ir a la cárcel. Son recuerdos del
tiempo viejo de Guayaquil.